lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 1


Cuando en el recorrido desde el edificio del Centro de Lenguas Modernas hacia el centro de Granada ella empezó a insultarme con tono de broma y a ignorar por completo a la otra compañera que iba con nosotros, deduje que estaba interesada en mí.

Yo le había “echado el ojo” días antes en clase de inglés, pero me ignoró y la ví  demasiado pendiente del teléfono móvil y de irse rápido al terminar la lección, por lo que intuí que tendría pareja o algo similar. Sin embargo, ahora el feeling conmigo era evidente.

Más adelante me diría que había sido una respuesta pedante mía en un quiz (juego de preguntas sobre cultura general) que hicimos en clase lo que le había hecho fijarse en mí. Nunca infravaloréis el poder de la cultura (que no petulancia) para conquistar chicas interesantes y, sobre todo, fijáos en cómo cualquier mínimo detalle puede ser el que les haga "click" ("click", que no "quiz").

Retomando el hilo, ella misma fue quien otro día me pidió el messenger y, a través del mismo, le pregunté, de la forma directísima que me caracteriza, que “entonces, cuándo íbamos a quedar”. Se hizo la sorprendida, bromeó y cumplió el protocolo: tras dar largas las 48 horas de rigor, accedió.

Igualmente, fue quien eligió el plan. Me dijo que yo escogiera un sitio donde comprar comida para llevar, indiqué un kebab que había junto a mi casa y, tras proveernos de la misma, me condujo en su coche a un mirador que yo no conocía en la ladera de la colina de la Alhambra. Y fue fantástico. Creo que ha sido la única vez que, en ese sentido, me han seducido a mí.

El aire templado de Granada al final de la primavera completaba la buena compañía y las vistas de aquella noche mágica, en la que todo se desarrolló de forma tan natural, tan fluida, que no mantengo nítido en mi memoria el primer beso. Y ello se debe a esa circunstancia: no fue un punto de inflexión ni un escalón, sino un centímetro más de la pendiente por la que resbalábamos cayendo por nuestro propio peso.

Sí recuerdo que cuando ya habíamos vuelto dentro de su coche la desnudé solamente de cintura para arriba, momento que luego ella me recordaría constantemente durante toda nuestra historia. La cosa no fue a más aquel día; ella no quiso, porque nunca había hecho el amor.

Tiempo después me confesó que, efectivamente, antes de aquello "medio estaba" con otro chico, al que (si no me mintió) había dejado para tener la primera cita conmigo. Pero eso ya no importaba. Desde esa noche, desde el kebab, el mirador y su semidesnudo, ya nada en nuestras vidas (al menos en la mía) sería como antes.

Pero aún no lo sabíamos.

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