martes, 30 de abril de 2013

Capítulo - 1


A la primera de ellas simplemente la saludé y tras conversar apenas treinta segundos le dije que quería continuar la conversación otro día y me ofreció su número de teléfono. Tras grabarlo, le dí un beso empujándola contra la pared y me giré y me fuí dejándole una mirada de reojo. Sería mi "REM" (ya os explicaré ese término -digamos que amante habitual-) durante meses. Sin duda, una de las REM con las que más he disfrutado.

Al rato, crucé miradas con una chica bajita que estaba pidiendo en la barra. Me dí cuenta de que no llevaba pendientes, me fuí a su lado también a pedir y le dije una gran verdad: me encantan las mujeres sin pendientes. Me preguntó por qué y le respondí: "porque así es más fácil hacer esto", y empecé e besarle la oreja. Poco después pasé a su boca. De ella me despedí bastante rápido, sin pedirle el número.

Poco después me encontré a una tía despampanante (morena, de ojos azules, piel pálida y curvas perfectas) que conocía de haber tonteado con ella alguna vez y apenas nos dimos un par de besos (besos que más adelante ella siempre negaría porque decía que en esa época tenía novio).

Más tarde, no recuerdo muy bien cómo, me puse a hablar con una "Erasmus" rubia y también bajita (me chiflan las bajitas). Era holandesa, mona, y se dió la cincunstancia de que me permitió besarle la cara, el cuello, tocarle parte del cuerpo... pero no besarla en la boca... porque (también) tenía novio...

Para terminar la noche conocí a una chica guapísima y que era la única de todas más mayor que yo. Lo comprobé cuando, hablando de edades, le pregunté "¿cuántos me echarías?", a lo que ella respondió: "treinta". Yo repliqué: "¿todos en una noche?" y ella sentenció: "en una noche, cincuenta si aguantas. Pero años, treinta".

Yo tenía ventiséis y era ella quien tenía treinta. Esa chica sí que besaba de forma espectacular (sutil, rítmica, perfecta) y no terminamos durmiendo juntos porque tenía a una amiga a la que debía alojar (típico impedimento/excusa). Quedó pendiente, nunca lo hicimos; aunque ella me recordaría siempre: "que yo besaba muy bien" y que "aquella noche, no habríamos parado".

Fue el día que más ligué de mi vida (hubo otro en el que me llevé diez números de teléfono a casa, pero a nivel físico fue mucho menor).  Si bien fue extraño liarme con cuatro chicas "y media" y no tener sexo con ninguna. Aun así, al día siguiente le envié un sms a Jose con una frase que había leído en El Método: "Tenemos el poder de lo que los demás no ven".

lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 1


Cuando en el recorrido desde el edificio del Centro de Lenguas Modernas hacia el centro de Granada ella empezó a insultarme con tono de broma y a ignorar por completo a la otra compañera que iba con nosotros, deduje que estaba interesada en mí.

Yo le había “echado el ojo” días antes en clase de inglés, pero me ignoró y la ví  demasiado pendiente del teléfono móvil y de irse rápido al terminar la lección, por lo que intuí que tendría pareja o algo similar. Sin embargo, ahora el feeling conmigo era evidente.

Más adelante me diría que había sido una respuesta pedante mía en un quiz (juego de preguntas sobre cultura general) que hicimos en clase lo que le había hecho fijarse en mí. Nunca infravaloréis el poder de la cultura (que no petulancia) para conquistar chicas interesantes y, sobre todo, fijáos en cómo cualquier mínimo detalle puede ser el que les haga "click" ("click", que no "quiz").

Retomando el hilo, ella misma fue quien otro día me pidió el messenger y, a través del mismo, le pregunté, de la forma directísima que me caracteriza, que “entonces, cuándo íbamos a quedar”. Se hizo la sorprendida, bromeó y cumplió el protocolo: tras dar largas las 48 horas de rigor, accedió.

Igualmente, fue quien eligió el plan. Me dijo que yo escogiera un sitio donde comprar comida para llevar, indiqué un kebab que había junto a mi casa y, tras proveernos de la misma, me condujo en su coche a un mirador que yo no conocía en la ladera de la colina de la Alhambra. Y fue fantástico. Creo que ha sido la única vez que, en ese sentido, me han seducido a mí.

El aire templado de Granada al final de la primavera completaba la buena compañía y las vistas de aquella noche mágica, en la que todo se desarrolló de forma tan natural, tan fluida, que no mantengo nítido en mi memoria el primer beso. Y ello se debe a esa circunstancia: no fue un punto de inflexión ni un escalón, sino un centímetro más de la pendiente por la que resbalábamos cayendo por nuestro propio peso.

Sí recuerdo que cuando ya habíamos vuelto dentro de su coche la desnudé solamente de cintura para arriba, momento que luego ella me recordaría constantemente durante toda nuestra historia. La cosa no fue a más aquel día; ella no quiso, porque nunca había hecho el amor.

Tiempo después me confesó que, efectivamente, antes de aquello "medio estaba" con otro chico, al que (si no me mintió) había dejado para tener la primera cita conmigo. Pero eso ya no importaba. Desde esa noche, desde el kebab, el mirador y su semidesnudo, ya nada en nuestras vidas (al menos en la mía) sería como antes.

Pero aún no lo sabíamos.